á Se han hecho buenos y positivos avances, pero no los que serían deseables y se habían prometido.
á Que no todo quede en esas promesas preelectorales de que el fatídico IAE desaparecerá justo cuando, de nuevo, nos toque votar, de que el IRPF disminuirá y de que los incentivos para las sociedades mejorarán.
á Que no sólo las reformas fiscales respondan a recortes en los tipos impositivos para, en paralelo, como acaece, recortar sin piedad los gastos deducibles o añadir una nueva y más gravosa manera de computar ingresos.
á Es inconcebible que tantos años después del adiós al régimen franquista, España aun tenga vivita y coleando la gran ley reguladora de las instituciones tributarias.
á Hoy se incoan expedientes sancionadores ante conductas de contribuyentes que raramente, con la ley en la mano, resultan punibles.
á Hacienda notifica y requiere el pago inmediato de cuotas e intereses de demora sin aceptar alegaciones formuladas en pleno mes de agosto y por la vía de apremio.
á Se está, ahora mismo, sancionando a quienes sí han pagado los impuestos de igual manera que a quienes no los han liquidado.
á Ser contribuyente en ciertos rincones de la geografía española implica vivir bajo un permanente acoso tributario.
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