1. Introducción
La vejez se caracteriza por una serie de profundos cambios entre los que ocupa un lugar desatacado el cambio de naturaleza social: cambian las relaciones, cambia el estatus, cambia la percepción del tiempo y cambia, constituyendo una de las principales preocupaciones de los mayores, el nivel de ingresos percibidos.
Debido a esta reducción de sus ingresos, los mayores se ven a veces obligados a cambiar más cosas de las que la mera edad exigiría. Y sin embargo una gran mayoría es propietaria de un patrimonio inmobiliario que bien podría servir para afrontar con mayor holgura esta etapa vital.
Parece evidente la importancia que tendría para la vida de las personas mayores la posibilidad de poder convertir un patrimonio en el que son ciertamente ricos (el 82% son propietarios de su hogar), en una renta, en la que son significativamente pobres, mejorando así su acceso a productos y servicios específicos y a una mejor calidad de vida.
Los productos que permiten transformar ese patrimonio ligado al inmueble en dinero contante y sonante son a los que llamamos mecanismos de licuación. Del resultado se podrían derivar beneficios tanto para los propios mayores como para la sociedad en general.
Por una parte, la renta resultante podría ser utilizada en la financiación de la dependencia, es decir, una persona mayor podría utilizarla para pagar, en caso de que lo necesitase, su estancia en una residencia o la contratación de cualquier otro servicio sociosanitario.
Por otra, la mejora de las rentas supondría un notable aumento en la calidad de vida de los mayores, mejorando su capacidad adquisitiva y sus posibilidades de acceder a productos no considerados de primera necesidad pero cada vez más deseados por ellos como viajes, actividades de ocio, actividades formativas, salud…
La extendida cultura de la propiedad de la vivienda que existe en España permite plantear alternativas para constituir una fuente de ingresos adicional. Estas alternativas estarían basadas en la revalorización de la vivienda y tendrían alcance para una gran mayoría de la población mayor.
No obstante, para que un producto pudiera cumplir esta función debería reunir una serie de características importantes, como serían el que bajo ningún concepto el mayor se sometiera al riesgo de perder la libertad para vivir en su inmueble o que se garantice el pago de las rentas.
Así, una opción interesante nos parece la de un producto que comenzó su andadura en Estados Unidos en 1981 y que actualmente tiene una gran implantación en ese país: la Hipoteca Reversa.
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