1. Introducción
Yo, de pequeño, lo confieso, soñaba con ser torero. Después, de más mayorcito, mi ilusión era la de ser guardia urbano, como el urbano Ramón que con su pito paraba la circulación. Como el hombre propone y Dios dispone, las circunstancias de la vida y el sino que cada cual tiene marcado, han acabado haciendo de mí un contable picapedrero. A mucha honra. Porque hoy en día ser contable tiene su dosis de arrojo, su plus de gallardía y si no sales en globo igual te pasean en hombros como a los grandes maestros de la tauromaquia.
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