Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estatística (INE) portugués, el norte del país cerró el ejercicio con una tasa de desempleo levemente superior al 7%, en paralelo a una inversión extranjera de 368 millones de euros. Solo en los sectores de industria y construcción, los más acuciados además por la falta de mano de obra. Es más, la región más septentrional de Portugal alcanzó una tasa de actividad siete puntos superior a la gallega (53%), y otra de ocupación del 74%. Por primera vez en la serie histórica disponible, este territorio tiene ya menos personas en situación de desempleo que las anotadas en Galicia en las oficinas del antiguo Inem, de acuerdo a los datos facilitados por la Comissão de Coordenação e Desenvolvimento Regional do Norte (CCDR-N). Ese 7% de paro es la ratio más baja en 14 años; la gallega continúa tres puntos por encima de los niveles precrisis.
En Oliveira de Azeméis la compañía de calzado Centenário ha paralizado una inversión de 1,5 millones de euros por la falta de personal. «Las empresas urgen de una renovación de sus cuadros de personal, tenemos una inmensa necesidad de entrada de jóvenes. El cierre de una empresa vecina nos permitió absorber personal para las líneas de costura y montaje», admitió hace quince días su director, Domingos Ferreira, al periódico luso Dinheiro Vivo. De media en la región norte de Portugal se publican unas 3.500 vacantes de empleo a través del Instituto do Emprego e Formação Profissional (IEFP), y se coloca a otras 2.500 personas. El problema para el país obedece en parte a una muerte por éxito -falta de población activa, con una elevadísima tasa de ocupación-, y los bajos salarios, y eso a pesar de que el sueldo medio ha aumentado un 20% en diez años, y la temporalidad está en mínimos históricos. Un dato curioso: la cifra de trabajadores activos de más de 65 años ha crecido un 14% en el último año, justo el doble que en el caso gallego.
En el Alto Minho los ingresos medios son de 827 euros mensuales, muy lejos de los 1.250 que promedian los declarantes de Pontevedra en concepto de Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF). Es una diferencia golosa para la industria, pero determinante para la captación de talento. Mano de obra que, lamentan los empresarios lusos, sigue emigrando «a Alemania y a países del Golfo». La Associação dos Industriais Metalúrgicos e Metalomecânicos e Afins de Portugal (Aimmap) cifra en 25.000 los puestos vacantes, y el centro de formación profesional Cenfim (con base en Oporto, pero con delegaciones en Arcos de Valdevez, Trofa, Amarante o Ermesinde) recibe peticiones todos los días. No es capaz de satisfacerlas. Tampoco las compañías del textil, con 15.000 vacantes más, según la Associação Têxtil e Vestuário de Portugal (ATP). El estudio Talent Shortage, de Manpower, ha revelado que el 46% de las empresas lusas tiene «muchas dificultades» para cubrir puestos vacantes; una de cada cuatro, directamente por falta de mano de obra, independientemente de su cualificación.
Para desatascar esta situación los expertos y asociaciones empresariales se han puesto a mirar al exterior. Como el Observatório da Emigração, que cree que Portugal «necesita desesperadamente» la entrada de inmigrantes. «Es un tema difícil de digerir a día de hoy porque es una idea contrapuesta a la de los movimientos nacionalistas que están emergiendo por toda Europa. Pero, si no entran inmigrantes, Portugal se estará suicidando», advirtió el coordinador de la institución, el sociólogo Rui Pena Pires, el pasado noviembre.