La incertidumbre de la actual coyuntura económica nos obliga a dedicar, cuando menos, unas líneas de un ejemplar de nuestra revista al impacto de los atentados terroristas producidos en Nueva York y Washington el pasado once de septiembre, y a las repercusiones que la desaceleración derivada de los mismos puede tener en nuestra materia y en la economía internacional en general.
El llamado «efecto Torres Gemelas» ha provocado que todas las previsiones sobre la economía estadounidense deban revisarse a la baja. El Producto Interior Bruto del año 2001, cuyo crecimiento se preveía sobre un 1,7%, no ascenderá más que un 1%, y este efecto se prolongará hasta el 2002.
Sabemos, por ejemplo, que la Administración Bush está preparando un paquete de medidas antirrecesión, que incluye, entre otras, rebajas de los tipos de interés (actualmente en el 2,5%), de los principales impuestos y sobre las plusvalías, devoluciones tributarias, reducidas cotizaciones a la Seguridad Social y subvenciones a la industria por un valor estimado de 100.000 millones de dólares.
Los expertos hablan del «Plan Marshall» para Manhattan, evocando aquellos lejanos tiempos del «new deal» y las obras públicas, e incluso se ha anunciado una subida del gasto en defensa militar, al más puro estilo de las políticas keynesianas.
¿Será cierto, entonces, que los terribles atentados han cambiado la forma de pensar de Estados Unidos sobre la economía, paradigma del capitalismo puro y duro, cruel y feroz? De ser así, ¿ello podría afectar al Pacto de Estabilidad de la Unión Europea, sobre la limitación de los déficits al 3% del P.I.B.?
De momento, lo que sí es cierto es que la cotización de nuestra temida moneda europea ha mejorado con respecto al dólar, posiblemente a consecuencia de la desconfianza de los consumidores norteamericanos a raíz de la ofensiva, y que el consumo, en determinados sectores, ha descendido durante estas últimas semanas en España y en todo el mundo, por no hablar de la situación creada en las líneas áereas.
En nuestro entender, como en toda situación de crisis, lo lógico sería que la percepción de vulnerabilidad americana tras los ataques sea el fin del dólar fuerte y que el euro saliera reforzado de la situación.
Ahora bien, también existen expertos que opinan lo contrario: la unidad del pueblo americano ante la catástrofe y la reacción ante experiencias anteriores -recuérdese, en 1990, la invasión de Kuwait- suponía una subida inmediata del dólar, como refugio ante la citada incertidumbre.
La vorágine de cambios que se avecinan este otoño-invierno (entrada en vigor del euro, rebaja del tipo impositivo general del Impuesto sobre Sociedades, posible modificación de los tramos del I.R.P.F., etc.) aconseja no olvidar, entre otras cosas, que a partir de ahora existirá un antes y un después del día once de septiembre de 2001. Aunque todos coincidiremos en que sólo el tiempo podrá evaluar las consecuencias reales de la catástrofe y concedernos o no la razón. Estaremos alerta.
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