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Cuando este ejemplar de nuestra publicación FISCAL AL DIA llegue a sus manos, en el momento en que ustedes se encuentren leyendo esta editorial, faltarán ya muy pocos días para la llegada del 1 de julio de 2002, es decir, la fecha a partir de la cual las monedas y billetes en pesetas únicamente podrán canjearse por monedas y billetes en euros -de forma también gratuita- en las oficinas del Banco de España y no en las entidades bancarias habituales. Si bien, como es sabido, desde el 1 de marzo de 2002 la peseta ha quedado fuera de la circulación como divisa de curso legal, todavía existe un 46% de monedas de peseta que no han sido canjeadas por euros. De momento, no se ha establecido fecha límite alguna para realizar el canje.
Hace unos meses, la Comisión Europea hizo público un «eurobarómetro», según el cual el 70% de los europeos no realiza directamente los cálculos en euros, sino que mentalmente busca la equivalencia con su anterior moneda estatal. No obstante, transcurridos seis meses desde la implantación definitiva de la moneda única europea, la realidad, a junio de 2002, pese a las previsiones de los expertos en cuanto al proceso de integración, es que la mayor parte de la población «vive en euros, pero sigue pensando en pesetas».
Pese a que, en las cantidades pequeñas, los productos de primera necesidad y de la vida cotidiana (los transportes públicos, el periódico, el café con leche, etc.) la integración del euro ha sido mayor (prácticamente todos los ciudadanos han asumido ya que un billete ordinario de autobús cuesta un euro) por el contrario, en relación a las cifras mayores, se sigue hablando y negociando en pesetas: salarios, precios de automóviles, viviendas ÃÉ La peseta sigue siendo, inevitablemente, la moneda de referencia. Buena parte de esta situación debe atribuirse al hecho de que las equivalencias en pesetas no han desaparecido en su totalidad: en las facturas, saldos y extractos bancarios, tickets de caja, etc. sigue existiendo la referencia al precio en pesetas.
Con el doble etiquetado de los productos ha ocurrido un fenómeno similar. Durante el período de convivencia de ambas monedas, hasta el 28 de febrero de 2002, se consideró recomendable -para facilitar la adaptación a los consumidores- que los precios constaran también en pesetas, aunque éstos podían expresarse ya únicamente en euros. No obstante, puesto que cada empresa o centro comercial podía decidir en qué fecha debía finalizar efectivamente la doble información, ahora ocurre que diversos estudios aseguran que un 58% de los ciudadanos todavía desearía que el doble etiquetado de los precios -en euros y en pesetas- se prorrogara durante seis meses más. Asímismo, los sectores comerciales más optimistas también afirmaban, en principio, que las monedas de uno y dos céntimos acabarían por desaparecer de la circulación, sin mayor novedad hasta la fecha.
En cualquier caso, sin perjuicio de que siguen quedando interrogantes por responder, podemos afirmar que la moneda única europea todavía está lejos de su plena integración en la sociedad española, entendiendo ésta como real y efectiva. Sería necesario desterrar de una vez por todas las referencias a las pesetas -que, recordemos, desde el 28 de febrero de 2002 ya no son válidas en circulación como monedas de curso legal- y concienciarnos de que debemos realizar un notable esfuerzo de adaptación, puesto que de lo contrario se producen incoherencias tal y como describe un conocido escritor: «es como vivir en alemán y pensar en español: la realidad nos habla en euros y nosotros le contestamos en pesetas, en una lengua muerta».
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