Al estar inmersos en un proceso electoral que culminará con las elecciones generales de doce de marzo, todos los ciudadanos nos encontramos especialmente atentos a los mensajes, ideas y programas que han preparado las diferentes fuerzas políticas que compiten por nuestro voto.
Sin embargo, cada vez es más obvio para todos, tanto ciudadanos como miembros de la clase política, que existen unas ideas-fuerza, unos temas-estrella, que realmente captan el interés de los electores y sobre los cuales los ciudadanos quieren recibir el máximo de información. Consideramos que el tema central de esta campaña electoral no es otro que el de la política fiscal.
Esto es así porque los ciudadanos ya han madurado y saben perfectamente que siguen existiendo las ideologías políticas y sociales y que, por supuesto, deben seguir existiendo. Pero los ciudadanos ya han aprendido, también, que las ideas deben llevarse a la práctica eficaz y efectivamente de forma que la gestión de los servicios públicos y de las Administraciones Públicas debe estar orientada siempre hacia el bienestar y comodidad del ciudadano. Es ahí donde falla todo y hace que los ciudadanos ya estén desengañados.
Todos estamos seguros de que gobierne quien gobierne habrá servicios públicos deficientes (sanidad con listas de espera o educación con universitarios que cometen faltas de ortografía) o muy deficientes (como la Justicia y sus dilaciones de años, lustros y, a veces, décadas), enchufes, corrupción, fraudes y despilfarro. Las pensiones seguirán siendo raquíticas (áCómo no van a serlo si hay que pagar más de siete millones y medio de pensiones cada mes!), las ayudas sociales serán las más bajas de Europa (ahí están las 42.000 pesetas por hijo al año si las rentas familiares se aproximan al millón anual). Las obras públicas costarán el doble de lo presupuestado y su construcción durará el triple de lo anunciado (con sucesivas inauguraciones y peleas para salir en la foto). Las televisiones públicas buscarán ganar audiencia con el dinero de todos alegando el interés general (que se protege con programas como Tómbola o los de vídeos domésticos). A los amigos se les darán subvenciones y a los otros no. Y todas las otras cosas que sabemos.
Al final qué nos queda, al final nos queda mirar el bolsillo: asegurarnos que lo más concreto que hay como es la nómina o el interés de la cuenta corriente no quedan todavía más reducidos por las retenciones. Aunque se produzcan cambios y haya muy buenas intenciones de renovación, siempre habrá fallos y conductas poco escrupulosas y los esfuerzos no se verán por los ciudadanos. Los ciudadanos se fijarán, superficialmente, en lo que tienen que pagar, en lo que se le detrae de los ingresos. Los mayores o menores impuestos al final se hacen concretos y tangibles para todos y se convierten en el termómetro de cómo van las cosas.
Los impuestos votan o sino ¿qué otra cosa nos queda?
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