Las N.I.C. – Normas Internacionales de Contabilidad – por las que ha apostado la Unión Europea ya no tienen, o cuando menos no deberían tener, marcha atrás. No hay punto de retorno como no sea que, para sorpresa de propios y extraños, un buen día amanezcamos con una gigantesca cartelera colgada en la que se anuncia una versión de Öregreso al futuroÖ con Michael Fox en papel de protagonista y las N.I.C. como intérpretes secundarios. El 1 de enero de 2005 han comenzado su andadura. Las cuentas anuales consolidadas de aquellos grupos con títulos cotizados en las bolsas europeas – unas 7.000 sociedades en el seno de la Unión Europea (UE) – deberán ajustar su fondo y su forma el 31 de diciembre de 2005 a los preceptos de las N.I.C., en trance de reconvertirse en Normas Internacionales de Información Financiera (N.I.I.F.), adoptadas por la UE.
No cabe duda que los criterios incluidos en las N.I.C., donde normalmente coexisten tratamientos contables preferentes y alternativos, constituyen un arma de doble filo. Por un lado, el más bonito en circunstancias normales, la aplicación del valor razonable supone un espaldarazo definitivo a ese postulado tan nombrado aunque muy poco efectivo de la imagen fiel. Por otro lado, la prioridad del fondo sobre la forma, de la sustancia económica por encima de mantos jurídicos, lleva a que los estados económico-financieros empresariales muestren las cosas – los activos, pasivos, ingresos y gastos -, por consiguiente los hechos económicos, según lo que realmente son pero no al socaire de lo que se quiere que sean. La radiografía de las entrañas contables sobre algunos grupos empresariales propugnadas por las N.I.C. quizás ponga al descubierto ciertas debilidades patrimoniales y financieras, así como flaquezas económicas.
La adaptación a los nuevos estándares contables, las N.I.C., es susceptible de conllevar grandes dosis de volatilidad en la valoración de instrumentos financieros, según los pronunciamientos reguladores de los productos financieros derivados, a los cuales pertenecen, por un lado, los que realizan una función de cobertura y, por otro, los que tienen asignada una función especulativa. En activos financieros tales como derivados y otros instrumentos financieros será primordial el tratamiento por el valor razonable, con obvias consecuencias en la cuenta de pérdidas y ganancias.
Existen más cosas a propósito de las N.I.C. que ya bullen en las mejores cocinas contables de la UE. La fulminante desaparición de variados conceptos de gastos contables de pura casta que hallan aposento en los actuales activos al consentirse su capitalización; la eliminación de cuajo de una serie de activos que con las N.I.C. se reubicarán como gastos a secas, cual es el caso de los gastos de investigación; la supresión de ciertas inmovilizaciones inmateriales y sus laxas interpretaciones vigentes en cuanto a su capitalización; el reconocimiento como gasto puro y duro, aunque un tanto cruel, de conceptos que hoy tal vez, en consonancia con nuestra cultura contable, se cataloguen como activables y que con la llegada de las NIC viajarán directamente a los infiernos de los dispendios; las benditas restricciones del Ötodo vale contra reservasÖ esquivando así rastros sangrientos en los resultados del ejercicio … He aquí razones de peso y argumentos de grueso calibre para que los mandamases de gigantescos conglomerados empresariales y financieros vean cómo gloriosos activos que realzan sus balances empiezan a crujir y están a punto de su derrumbe. Golpes, pues, o flagelos, mejor, en las cuentas de resultados y previamente recortes consistentes en los fondos propios existentes hogaño.
¿Por qué Francia, Italia, Bélgica y nuestra España se han mostrado más que reacias, por no decir que contrarias, a la implantación de la N.I.C. 39, reguladora de los instrumentos financieros?
No deja de tener su miga que sean Francia e Italia, donde la llama de los escándalos contables ha encontrado terreno propicio para propagarse a modo de catástrofe económica transnacional con Crédit Lyonnais, Vivendi y Parmalat a la cabeza, por citar sólo los ejemplos más representativos ahora mismo de la perversidad contable, juntamente con España Ö donde un poco de todo tenemos en esta viña del Señor Ö y Bélgica, el país del Örecargo de equivalenciaÖ, quienes se levanten en respetuosa protesta para rechazar sobre todo los cánones contables que trae consigo la N.I.C. 39 al imponerlos en materia de instrumentos financieros, incluidos los derivados. La volatilidad de los resultados, en un sentido u otro, es capaz de hacer que no pocas cuentas de resultados se bamboleen. La Banca aquí, evidentemente, juega fuerte. ¿Qué será de las N.I.C. a partir de ahora? ¿Será o no será?
José Mê Gay Saludas. Profesor de Contabilidad UB y EAE.
jmgay@jmgay.net
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