Recientemente ha sido publicado un dato por parte de la OCDE, observatorio económico de los países más desarrollados, que ha señalado que la presión fiscal ha crecido en España 2,5 puntos del PIB desde 1996 a 1999, alcanzando ese año un nivel superior al 35% del PIB. En el resto de países de la OCDE el incremento de la presión fiscal ha sido solamente de 1,2 puntos.
Consideramos que este dato debe ser valorado muy positivamente porque este aumento de la presión fiscal debe ser entendido como un éxito del proceso de reformas fiscales que ha sido iniciado a principios de los noventa y se ha acelerado a partir de 1996. Esta línea de reforma fiscal no es otra que reducir los impuestos directos y mantener que no incrementar los impuestos indirectos.
Los resultados de esta reforma no son otros que el hecho de que la recaudación global ha crecido y la generada por el IVA supera la proveniente del IRPF.
Algunos pueden pensar que esta opción es injusta ya que los impuestos indirectos deben ser pagados por la totalidad de los ciudadanos con independencia de su nivel de renta y patrimonio. Esto es cierto pero también lo es que el tipo general del IVA es del 16% uno de los más bajos de Europa y que no ha sido alterado desde 1995 y la mayor recaudación del IVA proviene del incremento de la actividad económica. Otros alegan que la mayor recaudación proviene de la recaudación generada por artículos de gran consumo como el tabaco o los automóviles de turismo (¿desde cuándo el consumo de tabaco es obligatorio? ¿cuántos automóviles compra una persona cada año?).
También se dice que se ha introducido el impuesto sobre la electricidad que, en realidad, ya existía con otra denominación y sin que hubiera sido regulado mediante una ley. Ahora existe como impuesto y se añade al resto de impuestos para el cálculo de la presión fiscal. Antes no era así.
Se han creado nuevas retenciones en la fuente como las que se aplican sobre rentas de bienes inmuebles, sobre fondos de inversión y sobre contratos se seguro. Estas retenciones son pagos a cuenta del IRPF y del Impuesto sobre Sociedades que no significan mayor presión fiscal sino mayor control de las rentas, menos fraude fiscal y mayor recaudación.
En fin, si se han creado 2,5 millones de nuevos empleos ¿cómo no va a aumentar la recaudación vía salarios y vía mayor consumo?
En Europa se ha producido el mismos fenómeno: se han reducido los impuestos sobre la renta y ha crecido la recaudación tributaria. No era ése el objetivo.
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